He llegado muy lejos en mi vida y debo seguir, no puedo seguir, seguiré, me digo cada día. Es casi como una regla de vida. Si has llegado tan lejos en la vida, ya soy resistente. He superado los impactos inesperados de la vida y aun así he sobrevivido. “Puedo superarlo y lo haré”, me digo siempre.

La vida a veces parece imposible. Lo has sentido. Yo también. La desesperación golpea a todos. Te dice que la lucha no vale la pena. Pero algo en tu interior te resiste. Esa es la voluntad de vivir. Siempre está ahí cuando la necesitas. El dolor no nos detiene. Nos obliga a seguir adelante. Debemos seguir adelante porque la vida lo exige, pero sentimos que no podemos. La lucha nos desgarra, pero aun así damos el siguiente paso. Es una paradoja: no ves la fuerza hasta que actúas.

Las personas sobreviven a cosas inimaginables. Pierden a seres queridos. Se enfrentan a la guerra. Soportan la pobreza. Dicen: “No puedo seguir adelante”. Pero luego lo hacen. ¿Por qué? Porque vuelan en las alas del significado. Tú y yo necesitamos ese significad, lo llamó el “por qué” que hace que el “cómo” sea soportable. Incluso con mi visión sombría de la vida, insinuó la esperanza. El acto de decir “seguiré” es esperanza. Es desafío. Es la vida que se niega a rendirse.

Probablemente hayas pensado muchas veces en el pasado que te derrumbarías, pero no fue así. Todavía estás aquí. Ese es el poder del “seguiré adelante”. No promete respuestas ni tranquilidad, promete acción. Un paso. Luego otro.

Te sientes perdido o perdida. Te sientes roto. Pero sigues adelante. Y en ese ir, encuentras la fuerza que no sabías que tenías. Eso es lo que significa ser humano. Luchar contra lo imposible y seguir adelante. “Debo seguir adelante” es el peso de la responsabilidad. Tienes gente que te necesita. 

La vida no se puede abandonar. Incluso en la desesperación, sigues adelante. Sientes el tirón. Es pesado, pero es real. “No puedo seguir adelante” es el punto de quiebre. El momento en que dudas de ti mismo. Te sientes insignificante. Débil. Humano. El universo se siente indiferente. La lucha parece inútil.

A veces la vida no tiene sentido, pero hay que desafiarla. Yo lo llamo “rebelión”. No con rabia, sino con persistencia. A veces, seguir adelante, simplemente seguir adelante, es el logro sobrehumano.

Seguir viviendo, a pesar de la falta de sentido, es rebelión. “Seguiré adelante”, es el punto de inflexión. No sabes cómo, pero lo haces de todos modos. Das un paso más. Luego otro. Eso es resiliencia. No proviene de las respuestas. Proviene del acto en sí. La vida no se trata de claridad. Se trata de persistencia. No necesitas certeza para avanzar. No necesitas esperanza. Solo necesitas seguir adelante.

Yo lo llamo agallas = resistencia. Es la capacidad de seguir avanzando, incluso en la oscuridad. El entusiasmo es común. La resistencia es algo poco común es la que te ayuda a superar la desesperación.

Quien tiene un por qué para vivir puede soportar casi cualquier cómo. ¿Qué pasa si no tienes un por qué? ¿Aún puedes soportarlo? No a través del significado sino del movimiento. La vida exige movimiento. Esa es la única respuesta.

Cuando la vida es dolorosa, recuerdo que: “Debo continuar, no puedo continuar, continuaré”. Sigo adelante. Y en ese ir, encuentro algo mejor. No alegría. No paz. Sino la existencia misma. El acto de vivir se convierte en el punto. 

El dolor no te destroza si sigues adelante. Eso es suficiente. Ganar tus batallas silenciosas no es fácil. Pero sigues adelante. Eso es sobrehumano. Ese es el heroísmo. La vida no siempre parece heroica. Simplemente existir, a través de la lucha, que puede ser extraordinario.

Mi gratitud por leer y que tengas un día maravilloso.

Patricio Varsariah.