La vida se pierde de mil maneras pequeñas e indiferentes. La vida no se pierde muriendo; la vida se pierde minuto a minuto, día a día, en todas las mil maneras pequeñas e indiferentes. Es una de esas verdades que es tan obvia pero tan fácil de olvidar. Simplemente estoy haciendo lo que tengo que hacer hasta que me “despierte” a todas las experiencias que me rodean. 

La verdadera tragedia de la vida es cómo la dejamos pasar minuto a minuto sin siquiera darnos cuenta. Nos enredamos tanto en rutinas, distracciones y obligaciones que ni siquiera nos damos cuenta de cuánto se nos pasa la vida.

Primero me moría por terminar la escuela secundaria y comenzar la universidad.
Y luego me moría por terminar la universidad y comenzar a trabajar.
Y luego me moría por casarme y tener hijos.
Y luego me moría por jubilarme.
Y ahora, me estoy muriendo… y de repente me doy cuenta de que me olvidé de vivir.

La mayoría de las personas simplemente siguen el ritmo. Sus rutinas son tan fundamentales que apenas se dan cuenta de cómo pasan sus vidas. Se despiertan, hacen su rutina, van a trabajar, vuelven a casa, tal vez navegan por sus teléfonos un rato y luego se van a la cama. No es un mal día, pero tampoco es realmente bueno. Es solo… un día. Y luego otro. 

La vida real son todos esos pequeños momentos que en realidad no estamos viviendo, solo existiendo.
Son todos los días en los que caes en el modo piloto automático, donde estás físicamente presente pero emocionalmente desconectado. Y todo el tiempo que pasas en tu cabeza, preocupándote por tu pasado o el futuro.

Mientras tanto, las cosas que sí importan (algo significativo, algo por lo que tener esperanza y alguien con quien conectar) se dejan de lado. Esos minutos, esos pequeños momentos de la vida, se nos escapan sin que nos demos cuenta.

Perdemos la vida de esas pequeñas y despreocupadas maneras al no estar presentes con las personas que importan. Incluso un gran trabajo puede perderse en la rutina. Los pasatiempos y proyectos personales pueden quedar enterrados bajo todo lo demás. Tal vez antes te encantaba pintar, escribir o tocar un instrumento, pero ahora han pasado meses, tal vez años desde que lo tocaste.

La vida se te escapa en el altar de una rutina “ajetreada”, no porque no estés físicamente vivo, sino porque no estás viviendo de la manera que alimenta tu alma. La gente siempre dice: “Lo haré más tarde”, incluso cuando necesitan desesperadamente tomarse un descanso para respirar. Dejamos las cosas para más tarde porque creemos que tenemos tiempo. Pero la verdad es que esos “más tarde” se acumulan y, antes de que te des cuenta, han pasado semanas, meses e incluso años. Esa es la vida que se pierde de maneras pequeñas e indiferentes. No es una pérdida dramática, pero aun así es una pérdida.

Tomemos un ejemplo sencillo: tu rutina matutina. Te despiertas; tal vez tienes prisa, así que te saltas el desayuno o comes algo para llevar sin disfrutarlo realmente. Ya estás pensando en el día que tienes por delante, tu mente está en otra parte y no estás presente. Esa es una pequeña forma en que la vida se nos escapa.

Ahora imagina si te tomaras unos minutos para disfrutar de ese café o desayuno matutino, para estar en ese momento en lugar de dejar que se convierta en tu pasado en un borrón. Suena pequeño, pero esas pequeñas experiencias hacen una gran diferencia en cómo experimentas la vida.

O piensa en cómo nos ahogamos en el ajetreo. Llenamos nuestras agendas hasta el tope, siempre corriendo de una cosa a otra. Parece productivo, pero muchas veces, es solo ruido. Estamos tan concentrados en marcar cosas en nuestras listas de tareas pendientes que nos olvidamos de vivir realmente.

Olvidamos hacer una pausa, apreciar dónde estamos, conectarnos con la gente o incluso simplemente sentarnos con nuestros pensamientos. La vida se pierde en el ajetreo, donde hacemos muchas cosas, pero no vivimos nada de ellas.

Las relaciones son otro gran problema. Puede que estés rodeado de gente (familia, amigos, colegas), pero ¿realmente estás conectando con ellos? Puede que estés físicamente presente pero emocionalmente distante. Puede que estés en la misma habitación, teniendo una conversación, pero tu mente está en otra parte. O tal vez estés demasiado cansado, demasiado distraído para participar. Perdemos algo irremplazable cuando no estamos allí con las personas que nos importan.

Lo curioso es que no son las grandes pérdidas las que nos afectan. Es la acumulación de todas estas pequeñas experiencias en las que no prestamos atención o no nos preocupamos lo suficiente como para aprovechar al máximo lo que tenemos. Y lo entiendo: no puedes estar presente y comprometido cada segundo del día. 

Pero ¿qué pasaría si hiciéramos un poco más de esfuerzo para darnos cuenta de que estamos cayendo en ese modo de indiferencia? ¿Qué pasaría si, en lugar de dejar que el día se alargue, encontráramos pequeñas formas de devolverle la vida? Como tomarte cinco minutos para hacer algo que te haga sonreír o probar la comida en lugar de comerla en piloto automático. O elegir escuchar, escuchar de verdad, cuando alguien te habla. Esas son las pequeñas formas en que recuperamos la vida.

Una vez que empiezas a hacer un esfuerzo por ‘despertarte’, es decir, ser más consciente de tus actividades, de repente empiezas a apreciar la vida mucho más. La buena noticia es que no tienes que hacer un cambio enorme y drástico para recuperar tiempo significativo. Se trata de pequeños cambios. Por ejemplo, en lugar de navegar sin pensar por las redes sociales, tómate unos minutos para llamar a un amigo o salir a caminar. O, cuando estés con alguien, estar realmente con esa persona. Deja de lado las distracciones y participa.

Cuando te des cuenta de que estás en piloto automático, intenta salir de él, aunque sea solo por un minuto. La vida es frágil en formas que no siempre reconocemos. No se trata solo de evitar la muerte; se trata de evitar ese lento desvanecimiento de la vida en el que dejamos de preocuparnos, dejamos de notar y dejamos de ser intencionales.

Estoy tratando de ser más consciente de eso y creo que tú también puedes hacerlo. Recupere esos minutos, esas pequeñas experiencias que cuentan, y conviértalas en algo que importe. Porque ahí es donde sucede la vida real: en las pequeñas cosas que se suman para lograr una vida verdaderamente buena.

Así que, sí, la vida no se trata solo de evitar el final dramático y grandioso. Se trata de evitar ese desvanecimiento lento y silencioso en el que dejamos de notar, dejamos de preocuparnos y simplemente lo dejamos pasar. Estoy trabajando en eso y sé que tú también puedes hacerlo.

Todos podemos ser más intencionales.

Mi gratitud por leer y que tengas un día maravilloso

Patricio Varsariah.