Para que exista la relación de afecto uno tiene que comprender que en esencia uno es igual a la otra persona, que ambos somos producto del mundo, que el mundo nos ha hecho, y de igual forma nosotros estamos haciendo el mundo con nuestra relación. Cualquier cosa que suceda en la relación afecta al mundo porque nosotros somos el mundo. 

Si nosotros hacemos de nuestra relación algo puramente mercantil pues hacemos que el mundo sea mercantil, si hacemos de nuestra relación una guerra, una pelea, una discusión, pues eso mismo hacemos del mundo, pero si hacemos una relación de afecto donde poder desarrollarnos y crecer humanamente entonces el mundo será un lugar donde poder vivir en relación.

El afecto es un sentimiento de aceptación y agrado hacia el ser humano con independencia de su condicionamiento, sentimientos o conducta, lo cual no quiere decir en absoluto que uno se identifique, valore o potencie el condicionamiento. Tampoco se trata de eliminar el condicionamiento sino de hacerlo consciente y aprender de él.

El afecto es un sentimiento que discierne o distingue al ser humano de su condicionamiento o de sus limitaciones psicológicas y pone el énfasis en la potencialidad del ser humano de desarrollarse y crecer más allá de su condicionamiento.

Una relación de afecto requiere un sentimiento de independencia y madurez que permita que cada persona dé sus propios pasos de comunicación y comprensión sin interferir en la independencia de la otra persona. Es necesario distinguir entre independencia e individualidad, mientras la independencia supone que solo uno mismo es el que tiene en su mano la posibilidad de crecer, en la individualidad uno crece a costa del otro lo cual le hace dependiente del otro y por consiguiente no hay desarrollo humano sino explotación o manipulación.

Por esa razón uno ha de permitir que el otro sea como es, aceptar que el otro es y que uno no debe cambiarlo. Con esa actitud de otorgarle la libertad de ser al otro nos posibilita a escucharlo y poder aprender a través de su expresión y al otro le permite sentirse cómodo y libre en la relación como para poder expresarse sin que reciba juicios o evaluaciones.

No es fácil en esta cultura que vivimos relacionarnos sin juicios o evaluaciones porque la base de todo juicio o evaluación es la comparación, el más y el menos, lo bueno y lo malo, lo mejor y lo peor, y si bien ello es necesario en el mundo material o físico, sin embargo, es un grave error comparar, calificar o evaluar en el mundo psicológico o en el mundo de las relaciones. Toda comparación nos hace caer en la envidia.

Para mantener una relación de afecto es necesario no caer en juicios o evaluaciones y por ello hemos de experimentar y comprender la diferencia entre las ideas y los hechos, de tal forma que podamos hablar de hechos, de percibir hechos, sin necesidad de evaluarlos, ya que la propia evaluación de un hecho es una idea que invalida su percepción.

Una relación de afecto es una relación donde se invita a la observación, al conocimiento de uno mismo, y por ello no es una relación que tenga por objeto potenciar las ideas, opiniones o creencias de las personas sino de que se den cuenta hasta qué punto las ideas, opiniones, creencias, valores, prejuicios, limitan su desarrollo humano.

Por consiguiente, en una relación de afecto no ha de haber acuerdo o desacuerdo en el terreno de las ideas sino poder distinguir lo que es una idea de lo que es algo real y darle a la idea su justo valor. Al no basarse la relación de afecto en acuerdos o desacuerdos, juicios positivos o negativos, halagos o desprecios, no hay ningún tipo de enfrentamiento que suponga una amenaza para nuestras ideas u opiniones.

Para que exista una relación de afecto ha de surgir una actitud de escucha incondicional que es la raíz o la base de la comunicación, donde las personas pueden expresar con autenticidad los sentimientos o actitudes que existan en ellas. Las personas han de sentir que pueden mostrarse tal y cual son sin necesidad de cambiar absolutamente nada. Las personas hemos de entender que tenemos un valor intrínseco profundo incuestionable y que nuestro condicionamiento, nuestros sentimientos, nuestros pensamientos, nuestra conducta es un aspecto secundario que es modificable según cambien las circunstancias o cambie nuestra forma de entenderlas.

La escucha incondicional es una actitud de aprender, de ser sensible, de captar, de darse cuenta y en definitiva de percibir los sentimientos, las actitudes, las conductas, los deseos, los pensamientos y todo aquello que la otra persona muestre en la relación con el objeto de comprender. Hay que tener en cuenta que este sentido de comprensión se refiere a lo que ambas personas comparten. En esa escucha no hay juicio, ni interpretación, ni aceptación ni rechazo, sin embargo, es una escucha activa donde se cuestiona lo que se oye con el fin de poder indagar y percibir en profundidad.

En una relación de afecto las personas podemos experimentar y comprender aspectos de nosotros mismos que antes estaban reprimidos como por ejemplo actitudes de defensa por considerar que ciertos aspectos dejan en entredicho nuestra posición social. Si ni yo ni el otro ocultamos sentimientos importantes en la relación, no cabe duda de que podremos establecer una adecuada relación de afecto. Interactuar abiertamente con otra persona permite dejar un poco de lado nuestro mundo subjetivo para acercarnos al mundo de lo real a través del otro. Si la persona que nos escucha no se sobresalta, ni se asusta, ni se horroriza, por lo que expresamos con cierto reparo o emocionalidad, entonces nosotros mismos podremos escucharnos, aceptarnos, comprendernos, y posiblemente cambiar o crecer.

En una relación de afecto uno siente que se está escuchando a sí mismo a través del otro y en la medida que el otro se expone en la relación, en realidad todo ello es un reto para uno mismo.
Una relación de afecto requiere honestidad y sinceridad, poder expresar los sentimientos respecto de la relación sin reprimirlos, esconderlos o deformarlos de tal forma que pueda ser cuestionada la relación al objeto de ser encauzada con vistas al desarrollo y crecimiento humano. Es fácil pasar de una relación de afecto a otro tipo de relación como un escape para no hacer frente a la oportunidad que supone una relación tan estrecha y entrañable con otro ser humano.

Para que se dé una relación de afecto es imprescindible una actitud de vulnerabilidad, de poder ser afectado por la relación. El ser afectado por la relación implica que las personas pueden pasar por situaciones o diálogos que causen emociones de temor, ansiedad, dolor, sorpresa, etc. y es interesante aprovechar dichas emociones para aceptarlas, expresarlas, y poder comprenderlas más allá de lo meramente intelectual.

Hemos de comprender que el mundo de las relaciones tiene grandes misterios que resolver desde un punto de vista psicológico y algunos de esos misterios demuestran que gran parte del comportamiento del otro se debe a una actitud nuestra sobre el otro que le hace comportarse según lo que nosotros le proyectamos. Por ejemplo, queda demostrado que en la relación el afecto incondicional hacia el otro hace que la otra persona se acepte a sí misma tal y como es, y asimismo afecte a la posibilidad de aceptar a otras personas que piensan o sienten de forma diferente a uno mismo.

Otro de los grandes misterios es que lo que vemos en el otro habla más de nosotros mismos que de la persona que miramos. En realidad, a veces estamos librando una batalla interior y utilizamos a los demás como campo de batalla llegando a pelearnos con ellos cuando en realidad la verdadera pelea es con nosotros mismos.

Por todo ello deberíamos darle suma importancia a la relación y tomarla como, sino el único, quizás sea uno de los caminos más importantes para nuestro crecimiento humano.

Una relación de afecto es algo que uno tiene que hacer con independencia de los demás, es una actitud inteligente y madura que permite crecer en la relación a la vez que permite a otros su propio desarrollo.

Gracias por tu interés y tu tiempo.

Patricio Varsariah.
El arte de vivir implica saber cuándo aguantar y cuándo soltar.