Dondequiera que esté, debo estar allí en mente, cuerpo y alma. Por corta o larga que sea, mi experiencia en tiempo real es cómo vivo. Debo vivirla y estar plenamente en ella. Así es como realmente experimento la vida. Pero a menudo lo olvidamos en el momento. Nuestro lamentable pasado y nuestro futuro incierto son demasiado fuertes para dejarlos ir. Casi hemos reducido la vida a dos realidades: el pasado y el futuro. 

La actividad inconsciente de la vida se ha convertido en la medida de una buena vida. Incluso cuando hacemos tiempo para experiencias inmersivas, estamos demasiado ocupados con el pasado o el futuro para apreciar la realidad tal como está sucediendo en el momento.

Dejemos de medir los días por el grado de productividad y comencemos a experimentarlos por el grado de presencia. Cuando dejamos de ser conscientes, la presencia rápidamente se convierte en nuestro pasado. Si tu mente lleva una pesada carga del pasado, experimentarás más de lo mismo. El pasado se perpetúa a través de la falta de presencia. La calidad de tu conciencia en este momento da forma al futuro.

Cuando me aferro a viejos dolores, remordimientos o errores, estos se repiten en mi vida. Veo los mismos patrones, siento las mismas emociones y tomo las mismas decisiones. El pasado se convierte en mi presente. Para experimentar la vida completamente, debo estar presente. Debo involucrarme con cada momento tal como viene. Cuando lo hago, me siento vivo. Encuentro fluidez. Vuelvo más consciente de mis propios pensamientos, sentimientos y, lo más importante, de las experiencias que me rodean. La presencia no tiene tanto que ver con lo mucho que hago sino con lo presente que estoy en lo que hago.

Tu verdadero hogar está en el aquí y el ahora. Vive el momento actual. Solo este momento actual es vida, dice. Pero la presencia siempre parece estar fuera de nuestro alcance porque estamos ocupados mirando hacia atrás o hacia adelante en lugar de estar “aquí”.

Quiero vivir por grado de presencia. No por grado de productividad. Quiero ser plenamente yo, aquí y ahora. Eso significa que tengo que aprender a soltar: entregarme al momento, sea lo que sea que esté haciendo. Alegría, dolor, aburrimiento, emoción... no importa. También tengo que dejar ir el apego a los resultados. El presente es donde pertenezco. Es donde encuentro significado, propósito y a mí mismo. Mi tarea es vivir en él.

El regalo más preciado que podemos ofrecer a los demás es nuestra presencia. La presencia también es un regalo para ti mismo. Cuando te presentas plenamente para otra persona, también te presentas para ti mismo. La vida existe solo en este mismo momento, y en este momento es infinita y eterna. Porque el momento presente es infinitamente pequeño; antes de que podamos medirlo, se ha ido, y sin embargo persiste para siempre.

La vida es un flujo continuo de momentos presentes. Cada uno es nuevo, fresco y lleno de potencial. El presente es infinito porque siempre está con nosotros. Pero lo damos por sentado porque estamos demasiado ocupados para notarlo.

El presente siempre ha sido la base de toda experiencia. Es la fuente de toda experiencia. Es donde realmente vivimos. El presente es infinito porque siempre está con nosotros. Pero nuestra mente divaga. Planeamos, nos arrepentimos. Pero volver al ahora siempre es posible. Es una práctica, una elección. Dejar ir las expectativas y simplemente ser. Es un desafío, sí, pero también una forma de vivir verdaderamente.

En cualquier momento, sin importar cuán perdidos nos sintamos, podemos refugiarnos en la presencia y el amor. Solo necesitamos hacer una pausa, respirar y abrirnos a la experiencia de estar vivos dentro de nosotros. En esa apertura despierta, regresamos a casa, a la paz y la libertad de nuestra conciencia natural.

La conciencia despierta es la forma en que regresas a ti mismo cuando notas una ausencia consciente. La presencia ya está dentro. Siempre puedes regresar a tu verdadero yo, donde la paz y la libertad existen naturalmente. Cuando estoy apegado a la confusión o la angustia, siempre puedo regresar a la presencia. Al hacer una pausa, respirar, desapegarme y abrirme al momento, me reconecto con la paz y la libertad que son mi estado natural.

La presencia siempre ha sido la clave para medir nuestras vidas. El grado de presencia que tengamos hoy es lo que nos permitirá saber que estamos viviendo completamente en el aquí y ahora. El grado de presencia que tengamos en cualquier momento refleja cómo vivimos.

No se trata de cuánto hagamos, sino de cuán profundamente experimentemos lo que hacemos. Éste es el verdadero secreto de la vida: estar completamente comprometido con lo que estamos haciendo en el aquí y ahora. Cuanto más presente estoy, más vivo me siento. Para vivir verdaderamente, debo estar presente. La presencia es la verdadera medida de mi vida. Es lo que hace que mis experiencias sean reales y significativas. Cuanto más la ejerzo, más fuerte se vuelve.

Que tengas un día maravilloso y gracias por leer.

Patricio Varsariah.
Vive de acuerdo con tu naturaleza, NO con las expectativas de los demás.