El día que dejé de atribuir mi valor a los resultados, las personas y las cosas, tomé el control total de mi salud mental. La raíz del sufrimiento es el apego, la sed del, deseo, anhelo, codicia, ya sea física o mental. Es natural querer el control. Pero la vida no es así. No hay garantías. Las cosas cambian, las personas evolucionan (para bien o para mal) y las experiencias seguirán cambiando.

Cuando me resisto a los cambios naturales de la vida, sufro. La resistencia empeora el dolor. Una ruptura, la pérdida de un trabajo o un sueño destrozado se sentirán insoportables. La amarga verdad es que nada nos pertenece de forma permanente. Incluso nuestros cuerpos son prestados. Envejecen y se desgastan.

Aferrarse a lo temporal empeora la frustración. El desapego es una enseñanza fundamental para vivir sin dejar que nada perturbe tu paz o te consuma. Nada dura, pero podemos disfrutar de nuestras experiencias sin aferrarnos a ellas como si nos fuera la vida en ello.

El desapego no es indiferencia, es el requisito previo para una participación efectiva. A menudo, lo que creemos que es mejor para los demás se distorsiona por nuestros apegos a nuestras opiniones. Queremos que los demás sean felices de la manera en que creemos que deberían ser felices. Solo cuando no queremos nada para nosotros mismos podemos ver claramente las necesidades de los demás y entender cómo servirles.

El apego te hace querer controlar cómo resultan las cosas. Y todos sabemos que eso es imposible.

Si pongo toda mi felicidad, esperanzas, resultados o todo lo que quiero de la vida en alguien a quien amo, algo que tengo o experiencias específicas, me estoy preparando para una gran decepción. Todas las cosas cambiarán. Es inevitable. Puedo amar, disfrutar de la vida o apreciar las cosas como son sin perderme a mí mismo.

Lo más doloroso es perderse a uno mismo cuando las cosas cambian inevitablemente. No hay palabras para describir la pérdida de las personas cercanas a nosotros, pero también tenemos que ser fuertes para seguir adelante en tiempos de dolor.

A esta situación se la llama la “flexibilidad emocional”, la capacidad de adaptarse sin quedarse estancado. Las personas que practican el desapego son más resilientes. Siguen preocupándose, pero saben cómo dejar ir lo que no pueden controlar.

Practico el desapego de muchas maneras pequeñas. He dejado de intentar forzar resultados específicos. En lugar de obsesionarme con lo que quiero, me concentro en estar presente, hacer que las experiencias sean memorables y estar allí para la experiencia de flujo completo. Hago lo mejor que puedo, pero dejo de lado la necesidad de controlar lo que sucederá a continuación. Ninguna cantidad de control imaginario o preocupación puede cambiar a alguien o el futuro.

La ley del desapego: 1) Permítete a ti mismo y a los demás la libertad de ser quienes son. 2) No fuerces las soluciones: permite que surjan espontáneamente. 3) La incertidumbre es esencial y tu camino hacia la libertad. 

El apego casi siempre se convierte en control. Hace que quieras controlar o cambiar a los demás para que se adapten a tus necesidades. Dejas de darte por completo en casi todas tus experiencias. Empiezas a temer la pérdida. Si las cosas no salen como imaginas, empiezas a entrar en pánico. El desapego me enseñó que el amor y el control no son lo mismo.

En mis relaciones, me concentro en construir una mejor relación conmigo mismo primero para poder respetar la libertad de las personas cercanas a mí. Les dejo ser quienes son sin tratar de cambiarlas para mi comodidad. El amor se vuelve más fácil de esa manera.

Estoy aprendiendo a amar libremente. A dar sin esperar. A respetar la libertad de los demás mientras protejo la mía. Amar de esta manera conecta en lugar de consumir. El desapego nos enseña a disfrutar de la vida sin necesidad de poseerla. A amar sin temer la pérdida. A vivir sin exigir garantías.

El desapego también puede significar presencia. El apego proviene de vivir en el pasado o en el futuro. Nos aferramos a recuerdos, arrepentimientos, esperanzas o miedos. El desapego te lleva de regreso al presente. Al desprenderte del "qué pasaría si", encuentras paz en "lo que es".

El ego ama el apego. Quiere estatus, posesiones y reconocimiento. Quiere ganar, tener razón y ser visto todo el tiempo. No importa lo que le des, el ego siempre querrá más. El desapego te separa de tu ego. El desapego cambia nuestro enfoque hacia el interior. Dejamos de necesitar que los demás nos completen o de buscar aprobación en todas partes. Nos enseña que no necesitamos que todo resulte exactamente como queremos para sentirnos completos. Te ayuda a superar las necesidades insaciables del ego.

El desapego no es ausencia de interés: el desapego es interés absoluto, interés tremendo, pero aún con la capacidad de no aferrarse. Disfruta el momento mientras está ahí y cuando el momento comienza a desaparecer, como todo está destinado a desaparecer, déjalo ir. Eso es desapego.

El desapego está cambiando mi vida porque me está enseñando a confiar. Confiar en la vida. Confiar en el flujo de la vida. El desapego es la liberación del sufrimiento mental innecesario. Estoy dejando ir lo que está fuera de mis manos: las acciones, elecciones, comportamientos y resultados de otras personas y el fluir de la vida. Estoy encontrando paz en eso. Nada es permanente. Ni el dolor. Ni la alegría. Ni siquiera nosotros. Y eso está bien.

Significa que puedo vivir con claridad y fortaleza. Puedo vivir desde un lugar de calma interior, paz y libertad. He hecho las paces con el dolor inevitable de la vida. La pérdida, el fracaso, el dolor y el rechazo son parte de la vida. Luchar contra ellos no los hace desaparecer. Solo amplifica el sufrimiento. El desapego no eliminará el dolor, pero cambia mi respuesta a él. Me ayuda a aceptar lo que no puedo cambiar. Y a responder mejor a la vida sin quedarme en mi cabeza y esperar un resultado imaginario.

El sutil arte del desapego no se trata de dejar ir la vida, sino de dejar ir lo que me impide convertirme en un mejor ser humano. Permanece en el mundo, actúa en el mundo, haz lo que sea necesario y, sin embargo, permanece trascendental, distante, desapegado, como una flor de loto en el estanque.

Mi gratitud por leer y que tengas un día maravilloso.

Patricio Varsariah.
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