La forma en que reacciono o respondo a cualquier cosa es la forma en que vivo. El noventa por ciento de cómo vivo se basa en cómo interpreto lo que me sucede. Las historias más notables de resiliencia humana han sido las de quienes responden al dolor, el sufrimiento, el duelo y la pérdida con un corazón valiente.

Las personas más hermosas que he conocido son aquellas que han conocido la derrota, el sufrimiento, la lucha, la pérdida y han encontrado la manera de salir de esas profundidades. Pasamos gran parte de nuestras vidas huyendo del dolor. Es natural. ¿Quién quiere sufrir? Tú no. Yo tampoco. Pero el sufrimiento es un ingrediente clave para convertirse en un ser humano hermoso. Las personas que nos inspiran, cuyas historias recordamos, han atravesado y salido de los lugares más oscuros.

La belleza se nutre en los lugares que evitamos. En lo absurdo. En la lucha. Y en esas experiencias en las que todo parece desmoronarse. Tienes la oportunidad de convertirte en algo más si puedes aprender de casi todo y de todos. No estoy diciendo que debas buscar el sufrimiento. La vida te dará mucho de eso sin necesidad de buscarlo. Pero cuando la derrota, la lucha o la pérdida aparezcan, no corras. Supéralas. Enfréntate al abismo porque ahí es donde ocurre la transformación. Ahí es donde puedes descubrir quién eres realmente. 

La mayoría de las personas se quedan atrapadas en el dolor. Cuando la vida se vuelve difícil, es fácil querer escapar. Las personas que lo hacen bien a pesar de que todo les va mal viven de manera diferente. Han desarrollado la mentalidad para el dolor inevitable de la vida. Hablan con un tipo diferente de sabiduría. No son frágiles. No se dejan sacudir fácilmente. ¿Por qué? Porque han estado en el abismo y han regresado. Tienen una actitud que no se puede fingir. Esa es la belleza de la que hablo. No está solo en sus hermosas vidas, sino en su resiliencia.

Las partes más oscuras de nosotros mismos o de la experiencia humana son aterradoras. Pero también son una parte necesaria de las etapas de la vida. Son fuentes de transformación que pueden prepararnos para nuestras mejores vidas. Son los lugares donde descubrirás la fuerza que no sabías que tenías. Donde descubrirás de qué estás hecho. Eso es lo que llamo “gente hermosa”: no gente sin defectos, sino gente que ha convertido sus defectos en sabiduría, su dolor en compasión, empatía y auto perdón.

 La mente humana está programada para la comodidad y para evitar el dolor. Pero cuando nos empujamos a la incomodidad, sucede algo asombroso. Evolucionamos. La mente se expande para construir una nueva normalidad. Las investigaciones muestran que el crecimiento postraumático es real. Las personas pueden salir de los momentos más difíciles de la vida con más fuerza, claridad y empatía. La lucha no es el final, es el comienzo de algo hermoso.

He tenido experiencias que me hicieron cuestionarlo todo. Hace años toqué fondo y me sentí destrozado. “¿Qué sentido tiene?” estuvo en mi mente durante semanas. Pero mirando hacia atrás, esos fueron los momentos que me hicieron más fuerte. Lo que no me destruyó me hizo resiliente. Me hizo más consciente. Mejoró mi comprensión de mí mismo. Probablemente tú también te hayas sentido así en algún momento de tu vida.

Se de primera mano lo que pasaban las personas cuando llegaban a su punto más bajo. Y he descubierto que las personas que superaron los momentos más oscuros suelen ser las que brillan más. Llevan consigo una especie de belleza que es demasiado original para ser falsa. Es la belleza que surge de la resiliencia, de saber lo que es estar roto y elegir sanar. Esta verdad puede redefinir los próximos diez años de tu vida si lo permites. La vida no se volverá más fácil. De hecho, tienes que hacer las paces con esa realidad. 

Te enfrentarás a más desafíos, pérdidas y experiencias que te pondrán a prueba. Pero en lugar de temerles, deja que te transformen para volverte inquebrantable. En la próxima década, es posible que te sientas perdido, roto o derrotado. Y cuando eso suceda, recuerda estas palabras: No estás destinado a permanecer en las profundidades. Estás destinado a superarlos. Tus cicatrices no te definirán, pero tu resiliencia sí. Y cada vez que te elevas, te conviertes en alguien más de lo que estás destinado a ser. Cada vez que te elevas por encima del abismo, te vuelves más poderoso.

Imagina los próximos diez años de tu vida, pero desde esta perspectiva: cada adversidad, cada derrota, cada pérdida no es algo a lo que temer. Es un camino para convertirte en la mejor versión de ti mismo. Y no solo una versión filtrada, sino tu verdadero yo: crudo, resistente y maravillosamente humano. Lo que hace que una persona sea hermosa, inolvidable incluso, es su capacidad de trascender el dolor. De transformar el sufrimiento en fortaleza. De llevar sus cicatrices con orgullo, no con vergüenza. 

Tú y yo sabemos que el dolor es inevitable. No se trata de si enfrentarás el sufrimiento, sino de cuándo. Pero aquí es donde esta verdad se vuelve transformadora: el dolor, el duelo o la pérdida no tienen por qué ser el final de tu historia. Pueden ser el comienzo de tu evolución. Ahí es donde ocurre el cambio. Dejas de ver tu dolor como un castigo y comienzas a verlo como un catalizador. Un punto de inflexión.

No estoy sugiriendo que celebremos el dolor por sí mismo. No estoy diciendo que el sufrimiento es noble. Lo que quiere decir es lo que el dolor puede hacer por ti si lo permites. El sufrimiento tiene un poder extraño. Puede quebrarte o abrirte. Y la elección entre esas dos cosas es completamente tuya. 

Al final, las personas más hermosas no son aquellas que lo han tenido fácil. Son aquellas que han enfrentado la derrota, la lucha y la pérdida, y que han encontrado su camino de regreso a la luz. Y eso, mi amiga o amigo, puede redefinir no solo los próximos diez años, sino toda tu vida.

Mi gratitud por leer y que tengas un día maravilloso

Patricio Varsariah.