Mis batallas más duras son internas, privadas e invisibles para todos los demás. Son batallas con mi propia mente, mi pasado y mis heridas. Las llevo a todas partes. Mi mente es un lugar interno donde me enfrento a mis dudas, miedos y remordimientos.

La inseguridad es un producto de mis pensamientos. La preocupación no proviene de los acontecimientos, sino de cómo proceso las experiencias. Mis batallas internas son sobre quién soy, qué temo y qué quiero superar. Son batallas de pensamiento, emoción e identidad. Se repiten una y otra vez en mi mente. La batalla interna —contra nuestra mente, nuestras heridas y los residuos del pasado— es más terrible que la batalla externa. La mente puede ser mi mayor aliado o mi peor enemigo.

El miedo nos muestra una realidad completamente diferente. Miedo al fracaso. Miedo al rechazo. Miedo a la incertidumbre. Estos miedos no necesitan una razón lógica para existir; Simplemente lo hacen. Nos alejan de oportunidades, relaciones y crecimiento. Nos dicen que nos mantengamos a salvo, que nos quedemos pequeños.

Enfrentar el miedo requiere coraje para actuar a pesar de él. Es como saltar de un acantilado con la esperanza de poder soportar la caída. A la mente no le gusta eso. Por eso lucha para mantenerte alejado de todo lo que te resulte incómodo. Y, a menudo, somos los únicos que podemos ayudarnos a superarlo.

Nadie puede traerte paz, excepto tú mismo. Nadie puede luchar nuestras batallas internas por nosotros. Nadie entiende completamente lo que exigen de nosotros. Podemos obtener ayuda. Pero tenemos que hacer nuestra parte. Enfrentarlas es cómo nos volvemos más fuertes. Aprendemos más sobre quiénes somos y de qué somos capaces.

Cada batalla interna nos acerca a una mejor versión de nosotros mismos. Y eso, en sí mismo, vale cada lucha. Las batallas internas son difíciles. Involucran partes de nosotros que no siempre podemos ver o entender. Pero afectan a cada parte de nuestras vidas. Enfrentarnos a nosotros mismos es aterrador, por eso la mayoría de las personas no hablan de ellas. Las batallas internas son duras, pero los recuerdos, los deseos, los remordimientos y los miedos no desaparecerán hasta que aprendas a comprenderlos y, lo más importante, a superarlos. Ignorarlos no funciona.

Aparecerán en momentos de duda o vulnerabilidad y te recordarán tus defectos, fracasos y miedos. Los pensamientos, las dudas y las preocupaciones no se apagan. Se quedan con nosotros, nos siguen a donde quiera que vayamos. Por eso nos consumen tanto. No podemos escapar de ellos. Pero sí podemos superarlos. Tu mente es un campo de batalla y la batalla por tu vida siempre se gana o se pierde en tu mente.

Las batallas mentales no son nuevas. Los pensadores antiguos escribieron sobre el “yo” y sus luchas. Los filósofos griegos creían que conocerse a uno mismo era la clave para superarlos. Pero conocerse a uno mismo lleva tiempo. Nuestras mentes se resisten a mirar hacia dentro. Lo evitamos por miedo a lo que podamos encontrar. Lo llamo a este proceso “trabajo con la sombra”. Creo que cada uno de nosotros tiene una “sombra”, la parte de nosotros que ocultamos: inseguridades, miedos y deseos reprimidos. La sombra es una fuerza poderosa. Cuanto más la ignoramos, más nos controla, incluso sin que nos demos cuenta.

Las batallas internas pueden ser heridas del pasado. Cada experiencia deja un recuerdo. El dolor de la infancia, las amistades perdidas, los fracasos, todo se convierte en parte de nuestra psique. Forman los “residuos del pasado”. Pero los residuos influyen en nuestros pensamientos y sentimientos. Crean desencadenantes y reacciones emocionales que no entendemos del todo.

Puedo reaccionar exageradamente a un pequeño problema. O sentir una tristeza o ira intensa sin una razón clara. Estas reacciones son de viejas heridas que no he resuelto. La culpa o la vergüenza son todas batallas internas. A veces, nos castigamos mentalmente por cosas que ya pasaron hace mucho tiempo. No podemos cambiar el pasado. Pero lo revivimos como si estuviéramos atrapados.

La depresión también es una batalla interna. No es solo tristeza. Es una lucha con el significado, con la motivación, con la autoestima. La depresión se siente como un vacío, un peso en el espíritu. Las personas que la enfrentan están luchando contra sí mismas. Luchan por encontrar esperanza y propósito cuando todo se siente sombrío y vacío. Es una guerra interna brutal, a menudo invisible para quienes los rodean.

Las batallas internas se convierten en un bucle mental. Drenan energía, lo que dificulta seguir adelante. La ansiedad es parte de esta guerra interna. La ansiedad no es una reacción a las amenazas externas. Es una batalla contra las amenazas imaginarias. Es la mente que prevé el miedo, creando problemas que aún no existen. La ansiedad crea una lente mental de peligro e incertidumbre. Comenzamos a desconfiar de la vida, de nosotros mismos y de los demás. Te hace sentir solo. Eres solo tú y tus pensamientos.

Necesitas fuerza mental para enfrentarte a ti mismo. Necesitamos el coraje de cuestionar, sanar y dejar ir. Las batallas internas son invisibles, por lo que las personas las ocultan. No quieren hablar de ellas. Pero se vuelve más difícil. Las batallas internas no terminan. Cambian, evolucionan, pero no desaparecen. Podemos superar un miedo y luego enfrentarnos a otro. Podemos silenciar a un crítico interno y luego descubrir una duda diferente sobre nosotros mismos.

Podemos sentir que todo el mundo nos está juzgando o que un fracaso define toda nuestra vida. Estos pensamientos distorsionan la realidad y hacen que la vida parezca imposible. La mente crea una versión de la realidad que es más dura que la verdad. Nuestras mentes crean bucles de pensamientos negativos.

Pensamos demasiado, reproduciendo los mismos pensamientos una y otra vez. Analizamos cada detalle, cada decisión, dudando de nosotros mismos en ciclos. La rumia es agotadora. Es mentalmente agotadora. Las personas que rumian tienden a tener niveles más altos de ansiedad y depresión. Pensar demasiado se convierte en su propia trampa, una de la que solo nosotros podemos liberarnos. Aprender a reconocer estas distorsiones es parte de la lucha.

Puedes entrenarte para cuestionar tus pensamientos, para ver más allá de las ilusiones que crea la mente. Puedes construir una relación diferente con los desafíos mentales. El crecimiento no significa la ausencia de lucha. Significa aprender a vivir tu mejor vida a pesar de nuestras guerras mentales. 

Enfrentar tus miedos y dudas más oscuros te hace más fuerte y más consciente de ti mismo. La lucha es dolorosa, pero puede cambiarte y ayudarte a encontrarte a ti mismo de nuevo. Presenciar u observar nuestras batallas internas tiene que ver con la autoaceptación. Se trata de aprender a vivir con nuestras imperfecciones. No tenemos que silenciar todos los miedos o dudas. Solo tenemos que seguir adelante, a pesar de ellos. Ese es el verdadero coraje: no la ausencia de miedo, sino la decisión de seguir adelante. Nos volvemos más fuertes al enfrentarnos a lo que está dentro. Tenemos que enfrentarnos a lo que tememos. Debemos examinar nuestro pasado, enfrentar nuestro dolor y cuestionar nuestras creencias.

El proceso no es simple. No tiene un final claro. Pero es esencial si queremos la paz interior. El coraje de mirar hacia adentro trae crecimiento. Comenzamos a comprendernos a nosotros mismos de maneras que nos transforman. En cierto modo, nuestras batallas más duras nos enseñan quiénes somos. Nos obligan a mirar hacia dentro, a enfrentarnos a nuestras sombras. Nos abren, pero también nos ayudan a crecer. Puede que no siempre ganemos estas batallas, pero al luchar contra ellas, nos transformamos. Y en esa transformación, encontramos nuestra fuerza.

El auto perdón también puede cambiar tu relación con la guerra interna. Muchas batallas internas surgen de aferrarnos a los errores del pasado. Los repetimos, nos criticamos a nosotros mismos y nos sentimos indignos. La autoculpa nos lleva por un camino oscuro. Pero el perdón es nuestro camino de regreso a la luz. Nos permite reconocer nuestros defectos sin dejar que nos definan. Perdonarnos a nosotros mismos es un acto de autocompasión. Cometí errores, pero soy más que mi pasado. Así es como elijo seguir adelante.

Perdónate por no estar en paz. En el momento en que aceptas por completo tu falta de paz, tu falta de paz se transmuta en paz. Cualquier cosa que aceptes por completo te llevará allí, te llevará a la paz. 

La vida en sí misma sigue siendo un terapeuta muy eficaz.

Mi gratitud por leer y que tengas un día maravilloso.

Patricio Varsariah.