La noche transcurre tranquila como de costumbre. Un espectáculo de sonidos naturales llena el espacio de la mente mientras ese silencio sagrado envuelve todo el universo. Es una noche fresca y uno siente como una leve y suave corriente de aire acaricia tu cuerpo mientras concilias el sueño. Cuando despierto en mitad de la noche los sueños son tan claros como la vigilia.

Los sueños son una continuidad de nuestra vida diaria, de nuestras impresiones, preocupaciones y motivaciones. Recreamos la realidad para poner orden o destensar aquello que estaba en desorden o en tensión.

Es curioso lo que podemos aprender de los sueños sin necesidad de que nadie nos lo enseñe, pero pocas veces, por no decir ninguna, nos adentramos en nuestra mente, preferimos ser parte de toda esta orquesta social donde se determina lo que podemos elegir.

¿Por qué no nos dan la opción de elegir estudiar en nosotros mismos, ver cómo somos, aprender de nuestros sueños o de nuestra conducta? Podemos estudiar carreras, una tras otra, pero olvidamos lo imprescindible que es conocernos.

Muchas veces me despierto poco antes de las seis cuando aún no se percibe ninguna claridad del nuevo día. Es curioso sentir como la noche tiene su luz propia, una luz que llega de los planetas y de esa mancha enorme de estrellas que cruza el firmamento de lado a lado. No solemos mirar aquello que de antemano sabemos que no hay nada que ver, pero lo cierto es que si miramos en ello nos daremos cuenta que es ahí donde más encontramos.

La noche está llena de luz, llena de música, llena de paz, llena de uno mismo entre las sombras. Uno siente al caminar por el monte, cuando apenas distingue las siluetas de los árboles, de las plantas o de las rocas, que es más real esa visión que te hace poner atención para no tropezar, que cuando por el día hay como una especie de exceso de confianza e insensibilidad hacia lo que te rodea.

Cuando salgo de casa, el horizonte resurge de la noche con un color violeta claro con tintes de anaranjado y un cielo azul turquesa oscuro que se va aclarando con el paso del tiempo anuncia un hermoso día de verano. Desde donde uno mira puede divisar un gran valle que duerme esperando el canto del gallo o el sonido del despertador para comenzar la faena del nuevo día. Aunque yo no trabajo siento un gran respeto por la gente que ha de trabajar para subsistir y siento su cansancio como si fuera propio.

La yerba seca, de color amarillo pálido, forma mantos en los descampados y uno se queda absorto en su belleza acariciando con la vista su textura.

Por la tarde escribo algo que tenía pendiente en la cabeza y que ha necesitado de cierto reposo y maduración para exponerlo. En realidad, cuando escribo no sé lo que voy a decir porque no es tanto una cuestión de conocimiento como de describir lo que uno es capaz de observar. La observación es algo imprescindible para la vida y es un gran misterio incluso para mí, sin ella uno estaría aislado en mitad de una multitud. Es la observación lo que permite que dos seres se unan, se relacionen, se toquen y puedan compartir.

Que tengas un día maravilloso y gracias por leer.

Patricio Varsariah.
El arte de vivir implica saber cuándo aguantar y cuándo soltar.