La vida exige persistencia. Incluso con dolor, duda y miedo. Has persistido durante décadas. Sigues aquí. Ese es un logro sobrehumano. A veces, seguir adelante, simplemente seguir adelante, es el logro sobrehumano.

Todos estamos hechos para sobrevivir. Pero una buena vida es más que sobrevivir. Es significado. Es encender tu alma. Es superar la desesperación. Para mí también se trata de curiosidad. Es esperanza más allá de toda duda razonable. Es creer que hay algo por lo que vale la pena vivir.

Las almas más hermosas se alzan después de las tragedias. Siguen adelante. Encuentran nuevas formas de amar, crear y construir. Me mostraron tantas razones para seguir adelante. Es resiliencia. Es fuerza. Es negarse a dejar que el dolor de la vida te afecte. 

El mundo nos quiebra a todos, y después, muchos se fortalecen en esos momentos de ruptura. Vivir no se trata de evitar la ruptura. Se trata de reaccionar, responder o lo que sucede después. Vivir con esta mentalidad te cambia. Dejas de esperar a que todo se alinee para ti. Dejas de esperar a que el dolor termine. O a que los obstáculos se detengan. Aceptas que la lucha es parte del trato. Pero sigues adelante. Sigues buscando. Dejas que la vida te enseñe.

Vivo así porque hay mucho que sentir, ver, saber y experimentar. La vida no es solo un deber. Es un regalo. El dolor puede hacer que la vida se sienta más como una obligación que como un regalo. Pero incluso en el dolor, hay movimiento. Hay una atracción hacia la sanación. La necesidad es elegir crecer a pesar del dolor. 

El absurdo o el caos son parte de ello. También lo es la alegría. No puedo controlar los ciclos, pero puedo elegir permanecer en ellos. Puedo elegir seguir presente. Quienes fluyen como fluye la vida saben que no necesitan otra fuerza. La vida es una serie de cambios naturales y espontáneos. No te resistas a ellos; eso solo crea tristeza.

Intento fluir. Resistirme no me llevará a ninguna parte. No lucharé contra las transformaciones. He aceptado que no tengo por qué tener todas las respuestas. Solo tengo que seguir adelante. Hago lo que debo. No espero las condiciones adecuadas. Un viaje de mil millas comienza con un solo paso, doy ese paso, todos los días. Confío en el proceso. 

Pensamos en la vida como un viaje, una peregrinación, con un propósito serio al final, y la clave era llegar a ese fin, al éxito o lo que fuera, tal vez al cielo después de morir. Pero perdimos el hilo en todo el camino. Era algo musical y se suponía que debías cantar o bailar mientras sonaba la música. 

Vivo porque confío en que ese propósito existe, aunque todavía no lo vea. El progreso no siempre es visible. Cada día, cada esfuerzo, cada fluir sin esfuerzo construye algo, aunque todavía no lo vea. El deber me impulsa hacia adelante.

Espero que, al final, tenga menos remordimientos. Un día, en retrospectiva, los años de lucha te parecerán los más hermosos. Así que estoy invirtiendo en experiencias. No tengo que justificar mi existencia. No necesito demostrar mi valía. Vivir en sí mismo es la clave. La vida nunca se vuelve insoportable por las circunstancias, sino solo por la falta de sentido. Por que quien tiene un porqué para vivir, puede soportar casi cualquier cómo. Me aferro a eso.

El sentido puede no ser un descubrimiento enorme. Mi porqué no tiene por qué cambiar mi trayectoria vital. Puede ser la ilusión de despertar, una persona que amo, una meta para mañana o incluso el acto de dar un buen paseo solo. El deber es el porqué. No me interesa el control ni el dominio. Nunca domino la vida. Pero puedo participar pase lo que pase, en razón de que el universo es cambio; nuestra vida es lo que nuestros pensamientos hacen de ella. Vivo para alinearme con ese cambio, para aprender de él. Lo aplico en pequeñas cosas, a diario.

Me despierto y afronto el día, incluso si no me siento preparado. Me cuido, aunque parezca una tarea. Intento disfrutar de la vida una experiencia a la vez. Un amanecer tras otro. El mundo gira sin importar cómo me sienta. El sol sale y se pone. La vida continúa. Mi trabajo es ascender con él. Algunos días, eso es suficiente. Me concentro en lo que hay aquí y ahora. No me apego a lo que podría haber sido ni miro el abismo de frente.

No te quedes mirando la desesperación demasiado tiempo. Básicamente, en el fondo de la vida, que nos seduce a todos, solo hay absurdo y más absurdo. Y quizás eso es lo que nos da la alegría de vivir, porque lo único que puede vencer al absurdo es la lucidez. Todo lo que no sale bien encierra algo valioso: una lección, un cambio mental, una nueva perspectiva. Las ganas de vivir me impulsan a verlo. Es la fuerza para ascender una y otra vez.

Vivo porque debo vivir. No porque la vida siempre sea amable. No porque siempre sea justa. Sino porque es real. Es indiferente a mi dolor. La vida no me debe consuelo. Ni una buena vida. Pero vale la pena experimentarla. Incluso la pérdida abre una puerta. Las heridas no me rompen. Dejan entrar la luz. Mis cicatrices emocionales me hacen más humano. Me hacen más vivo.

Así que vivo porque debo. No por obligación, sino por respeto y aprecio por la vida. Vivo para ver, no solo para existir. Vivo para sentirlo todo. No de forma perfecta. Pero sí plena. Siempre plena. Le he dicho sí a la vida, así que debo vivir. Esa elección lo es todo. Todo es fenomenal; todo es increíble; nunca trates la vida a la ligera.

Mi gratitud por dedicar tu tiempo en leer, que tengas un día maravilloso.

Patricio Varsariah.
Solo se vive una vez, pero si se hace bien, una vez es suficiente