Un tema que me inquieta mucho es la falta de sensibilidad en el mundo actual, la velocidad, las ambiciones, el placer por el placer, sin base ni roca de apoyo, sin más crecimiento que el externo. La abundancia de formas, que distraen el pensamiento y los sentimientos. Difícil es mirar cuando vas apurado, corriendo en el vehículo, contestando llamadas telefónicas… perdido en la televisión o el internet. Habría que disminuir la velocidad, apagar el teléfono. Abrazar el silencio. Mirar el vacío y volver la mirada hacia adentro. Todo lo que terminamos encontrando afuera es un eco, un reflejo de lo que está creciendo adentro.

La sensibilidad, que no es sensiblería, sino la capacidad de sentir lo ajeno como propio simplemente, darse cuenta de esa palabra que falta, del gesto emitido con la cara, y llegar a ver lo que no está implícito. Creo que estamos envueltos en un mundo tan físico que terminamos por juzgar tan a la ligera. Se que la experiencia tiene un gran peso y nos muestra su sabiduría, pero ella, la experiencia, también termina siendo un obstáculo a la hora de notar las diferencias presentes a cada momento.

Con los años he aprendido que no se puede ser tan sensible, que hay que endurecer un poco el corazón porque si no nos la pasaríamos llorando. Aunque creo que no es cuestión de estar llorando, más bien se trata de abrir los ojos, de hacerse responsable. Es el caso, por ejemplo, de aquellos médicos que son excepcionales porque a todos sirven, aquellas personas que cuando llegan a un lugar el sitio se ilumina porque llego el que puso a todos en marcha a moverse, que se dio cuenta de lo que no funcionaba y empezó a mejorarlo o a cambiarlo inmediatamente, son aquellos que están alertas, los que siempre se ponen manos a la obra. Porque quizá tienen un corazón que se duele, pero saben que pueden hacer algo, y lo hacen, para crear ese cambio o avanzar hacia ese lugar anhelado…

No te quedes sin pasión por la vida, no te fortifiques, aunque eso te salve, pero te salva de todo, de vivir de verdad, de amar de verdad, y de ser feliz de verdad… Te salva de muchas cosas, por ejemplo, de la satisfacción de hacer algo y de hacerlo bien, de darte cuenta de lo que falta cambiar y de hacer el intento, al menos. En este mundo tan físico nos hace falta, y me incluyo, mirar más allá de las apariencias y empezar a enriquecer ese mundo interior que puede llegar a ser más grande y más rico de lo que podemos visualizar tan solo con nuestros ojos.

De vez en cuando es bueno apagar todo y escucharnos un poco de lo que vive allí adentro, y en la medida en que se descubren los secretos y se despierta lo dormido, podemos empezar a andar al lugar anhelado. Hacer los cambios necesarios. En la medida que uno se da cuenta de donde está, puede contribuir un poco a que ese mundo anhelado sea un poco más real, cuando ayudamos a mejorar el mundo, cambia toda una actitud de indiferencia por una atenta, pero hace falta sentir la necesidad para que sea real.

Recuerdo unas palabras de Neruda en las que decía “siempre estoy escribiendo el mismo libro”, y a mí, respetando las distancias, me sucede lo mismo, creo que siempre estoy escribiendo las mismas palabras, el mismo mensaje y siendo así, creo que simplemente lo voy mostrando desde distintos ángulos, a diferentes distancias.

Si hay algo que me inquieta es pensar que hay cosas que quizás nunca descubra, pero mientras, trato de mantener mi mente lo más abierta posible para poder ver lo que la vida me presenta, pues todavía sé que hay muchos amaneceres, soles, estrellas y lunas por ver, diferentes sonrisas por ver nacer, nuevas inspiraciones que llevar, aunque a veces a mí mismo la inspiración quiera fallarme, pero me enfrentare a ella.

Mi gratitud por dedicar tu tiempo en leer, que tengas un día maravilloso.

Patricio Varsariah.
Te deseo tanta salud, como gotas tiene la lluvia.