Soy un aprendiz de por vida, sé lo suficiente para saber que no sé nada.
Publicado por Patricio Varsariah el lunes, octubre 14, 2024
La vida tiene una forma de humillarnos. En un momento, sientes que lo tienes todo resuelto. Te sientes confiado, incluso seguro, de algo que sabes. Y de repente, te topas con un muro. Aprendes algo nuevo, algo que sacude tu confianza. De repente te das cuenta de que lo que creías que era correcto en realidad estaba mal.
Mi secreto para domar mi ego: Un gran desafío de la vida: saber lo suficiente para pensar que tienes razón, pero no saber lo suficiente para saber que estás equivocado. Lo que hace que esta idea sea tan poderosa es el simple hecho de que ninguno de nosotros es inmune a ella. No somos inmunes; cuando sobrestimamos nuestra capacidad porque no sabemos lo suficiente para ver nuestros propios errores. Puedo pensar que soy muy bueno en algo, pero es porque no sé lo que no sé.
Cuando menos sabes, más probable es que creas que lo sabes todo. Por eso trato de no sobreestimar mis conocimientos. Sé lo suficiente para saber que no sé nada. Por eso soy un aprendiz de por vida.
Si tienes demasiada confianza en algo, una creencia, una opinión, un conocimiento, lo discutes, lo defiendes y te mantienes firme. Sabes que tienes razón. ¿Por qué no la tendrías? Has investigado. Has aprendido. Pero el problema es que solo sabes lo suficiente. Lo suficiente para pensar que has acertado. Pero no lo suficiente para ver las grietas. Los puntos ciegos del conocimiento. Esas grietas son donde se esconde la verdad. El peligro de "saber" es que se convierte en una trampa. Un sesgo cognitivo.
Nada es tan difícil como no engañarse a uno mismo. Expertos, académicos, profesionales... todos caen en esta trampa a veces. Es la naturaleza humana. Llegamos a un punto en el que sabemos lo suficiente para sentirnos seguros. Pero el exceso de confianza se convierte en un sesgo. Nos ciega a lo mucho que no sabemos.
El entendimiento humano, una vez que ha adoptado una opinión (ya sea como la opinión aceptada o como algo que le resulta agradable), atrae todo lo demás para que la apoye y esté de acuerdo con ella. Y aunque se encuentren un mayor número y peso de ejemplos en el otro lado, sin embargo, o bien los descuida y los desprecia, o bien los deja de lado y los rechaza por alguna distinción, para que por esta gran y perniciosa predeterminación la autoridad de sus conclusiones anteriores pueda permanecer inviolable.
Tomemos el tiempo de Galileo. Las mentes más brillantes del mundo estaban absolutamente convencidas de que la Tierra era el centro del universo. Convencidas más allá de toda duda razonable. Y, sin embargo, estaban equivocadas. No porque no fueran sabios, sino porque no sabían lo suficiente para saber que estaban equivocados.
La verdadera tragedia no fue su ignorancia, sino su certeza. Galileo no solo desafió el conocimiento establecido; luchó contra la arrogancia de las personas que creían que ya habían descubierto el mundo.
Entonces, ¿cómo evitamos caer en la trampa del efecto? La respuesta es simple: no lo hacemos. No del todo, al menos. Pero podemos hacerlo mejor. Comienza con la humildad intelectual. Tienes que mantenerte curioso, abierto y siempre cuestionarte si has visto el panorama completo. Desafíate a ti mismo, incluso cuando estés seguro, especialmente cuando estés seguro.
Todos tenemos puntos ciegos en nuestro conocimiento y opiniones. La mala noticia es que pueden hacernos ciegos a nuestra ceguera, lo que nos da una falsa confianza en nuestro juicio y nos impide repensar. La buena noticia es que, con el tipo correcto de confianza, podemos aprender a vernos a nosotros mismos con más claridad y actualizar nuestras opiniones.
En la formación para conductores nos enseñaron a identificar nuestros puntos ciegos visuales y eliminarlos con la ayuda de espejos y sensores. En la vida, como nuestras mentes no vienen equipadas con esas herramientas, tenemos que aprender a reconocer nuestros puntos ciegos cognitivos y revisar nuestro pensamiento en consecuencia.
A todo el mundo le gusta tener razón. Se siente bien. Pero esa sensación puede hacerte sentir una falsa sensación de seguridad. Cuando crees que lo has descubierto, ese es el momento de hacer una pausa. El reconocimiento de que, sin importar cuánto sepas, siempre hay algo que no sabes te mantiene humilde.
Y no se trata solo de hechos o datos. Se aplica a la vida misma.
A las decisiones que tomamos, a las personas que juzgamos y a las creencias que tenemos. Creemos que lo tenemos todo resuelto. Pero tal vez no sea así. Tal vez estamos demasiado cerca como para ver el panorama general. O tal vez no hemos mirado los detalles con suficiente atención.
Admito que es incómodo pensar así, pero, sinceramente, ahí es donde se produce el crecimiento, ahí es donde evolucionamos. La certeza cierra las puertas a nuestro crecimiento. La duda, en cambio, mejora nuestro conocimiento. Es incómodo, pero nuestras mejores vidas dependen de ello.
Al final, todo se reduce a esto: el conocimiento es un proceso. Tú y yo estamos constantemente aprendiendo, desaprendiendo y volviendo a aprender. Es interminable. Y eso es bueno. Nos mantiene humildes. Nos mantiene abiertos a nuevas ideas y perspectivas. Si dejamos de cuestionar y dudar, dejamos de crecer.
En el momento en que dejamos de cuestionarnos, dejamos de aprender. La duda te abre a aprender más y a ver las cosas desde diferentes perspectivas. El mayor desafío no es el conocimiento que nos falta, sino nuestra incapacidad para reconocer lo que no sabemos. Necesitamos cuestionar más, explorar más y estar menos seguros de lo que damos por sentado. El objetivo no es socavar tu confianza, sino mantener la puerta abierta a nueva información.
El objetivo de toda la vida es la humildad cognitiva: reconocer los límites de nuestro conocimiento. No digo que debamos dudar de todo o quedar paralizados por la incertidumbre, pero deberíamos ser más curiosos y menos rígidos en cuanto a lo que creemos que es la única verdad. Para buscar la verdad, es necesario, una vez en el curso de nuestra vida, dudar, en la medida de lo posible, de todas las cosas.
Mi gratitud por leer y que tengas un día maravilloso
Patricio Varsariah.