Sufrimos porque queremos que la vida se mantenga en calma.
Publicado por Patricio Varsariah el lunes, marzo 17, 2025

Nacemos en un mundo de cambio constante. Todo se deteriora. Perdemos continuamente todo aquello con lo que entramos en contacto. Nuestra tendencia a apegarnos a experiencias impermanentes causa tristeza, lamentación y dolor, porque con el tiempo nos separamos de todo y de todos los que amamos.
Nuestra falta de aceptación y comprensión de este hecho hace que la vida sea insatisfactoria. Todo lo que ves, tocas y amas está en proceso de transformarse. Las personas que amas se irán o cambiarán. Las cosas que atesoras desaparecerán o se romperán. Incluso tu propio cuerpo envejece a cada segundo. Esa es la naturaleza de la vida: la impermanencia.
Todo se deteriora. Las estrellas se extinguen. La gente pierde la vida, a veces de las formas más desafortunadas. Pero luchamos con esta verdad. No podemos aceptarlo. Intentamos aferrarnos, pero no podemos. Duele porque esperamos que las cosas sigan igual. Nos apegamos porque queremos que las cosas duren. Queremos que las personas que amamos sigan siendo las mismas. Queremos que la felicidad perdure. Pero nadie tiene garantizada la felicidad para siempre. Es imposible.
Todas las cosas condicionadas son impermanentes. Cuando uno ve esto con sabiduría, se aleja del sufrimiento. Nuestro apego a lo impermanentes nos predispone a la infelicidad, el dolor y la miseria. Lamentamos lo que se ha ido. No podemos hacer las paces con lo que no podemos conservar. Y el ciclo se repite. ¿Por qué hacemos esto? ¿Por qué nos aferramos, incluso cuando duele?
Porque la mayoría de las personas no pueden aceptar plenamente la naturaleza de la vida. Se resisten a ella. Y siguen luchando contra ella. Quieren que las cosas sigan igual. El dolor que sentimos por la pérdida no proviene solo de la pérdida, sino de esa parte de nosotros que no quiere soltar. El duelo no se trata solo de extrañar lo que se ha ido; se trata de la negativa de la mente a aceptar que las cosas han cambiado. Ahí es donde reside el sufrimiento: en la brecha entre lo que es y lo que deseamos que fuera.
Se dice que: “Nadie se baña dos veces en el mismo río”. El río de la vida siempre fluye. Tú y yo somos parte de ese río. Luchar contra la corriente nunca funciona para nadie. Todos estamos cambiando. Estamos perdiendo partes de nosotros mismos. Y a personas que amamos. La pérdida es dura. Pero es inevitable. No puedes detenerla, como tampoco puedes detener la puesta del sol. Pero puedes cambiar tu forma de afrontarla. Puedes dejar de resistirte.
Tu alegría es tu tristeza desenmascarada. Cuantas más amas, más duele cuando las cosas cambian. El amor es real y es importante. Perderlo no tiene sentido para nosotros. No podemos asimilarlo. Nadie puede. Por eso tarda tanto en sanar el duelo. Seguir adelante, sanar del dolor y levantarse es fundamental. No significa que no te importe. Tienes que sanar por quienes se quedan atrás. Resistir lo perdido nos mantiene en un ciclo de desesperación. No podemos detener las pérdidas. Pero podemos cambiar nuestra forma de responder a ellas. Podemos elegir aferrarnos demasiado tiempo y sufrir. O podemos elegir superar lo que estamos atravesando y dejar que la vida fluya a través de nosotros.
Esto último es clave para sentir menos miseria, desesperación e infelicidad. Practicar el soltar es la forma de recomponerte para aquellos a quienes amas y que aún están ahí para ti. Hacer las paces con lo que se ha ido (no de una vez, sino poco a poco) podría liberarte.
Acepto y reconozco que perder a las personas que amo es una realidad de la vida que no puedo cambiar. Cuando estoy sucedió, no resistí el duelo. Me dolió mucho. Seguí repasando mis experiencias con ellas en mi cabeza. Porque las extrañaba. Pero pensé que permanecer en ese estado emocional el resto de mi vida no me hará ningún bien ni a mí ni a las personas que amo.
Por difícil que sea soltar, será la única manera de reducir el sufrimiento emocional. Amar a alguien sabiendo que podrías perderlo hace que el amor sea significativo, no más débil. Cuando aceptas que nada perdura, dejas de malgastar energía intentando aferrarte a lo que perderás. Empiezas a mostrarte más plenamente porque sabes que la "presencia" con esa persona es todo lo que realmente tienes. El amor no se sentiría tan sagrado si supieras que nunca lo perderás. El hecho de que las cosas terminen les da significado. Por eso dicen: "No sabes lo que tienes hasta que lo pierdes".
Pero tú puedes saberlo. Puedes amar y apreciar a las personas mientras están aquí, porque sabes que no durará. El verdadero trabajo consiste en aceptar que la vida siempre está cambiando. Tu mente querrá aferrarse, pero tu corazón sabe que no. Todo lo que amas cambiará, pero eso no lo hace menos valioso. Lo hace más preciado.
La práctica no consiste en dejar de amar; es saber la diferencia entre el apego y el desapego. Y cuándo practicarlo. Trabajar con la realidad es el único camino a seguir. Nada dura para siempre, ni la felicidad ni la tristeza. Sufrimos porque queremos que la vida se mantenga en calma. Pero toda la vida es movimiento. Déjala moverse. Ámala mientras pasa. Fluye con la realidad. Disfrútala mientras aún tengas tiempo. Ahí es donde reside la paz: no en aferrarse, sino en practicar el arte de soltar y aferrarse al mismo tiempo sin perder la cabeza.
Mi gratitud por dedicar tu tiempo en leer, que tengas un día maravilloso.
Patricio Varsariah.
Solo se vive una vez, pero si se hace bien, una vez es suficiente.