La diferencia entre una buena y una mala vida es qué tan bien se camina a través del fuego. El fuego representa ansiedades, pérdidas, dolor, conciencias ocultas y crisis existenciales que amenazan con consumirnos.

El lado oscuro de la vida, las partes secretas de nosotros mismos y del mundo, pueden ser a la vez aterradores y transformadores. La humanidad quiere plenitud, una integración entre el ego consciente y la sombra inconsciente. Sin embargo, la sombra no es inherentemente mala. Pero las emociones, los deseos y los instintos reprimidos que no se examinan pueden estallar como incendios forestales y consumirnos a su paso.

El proceso de trabajo con las sombras es como enfrentarse a un dragón. El dragón, un símbolo arquetípico común, a menudo representa nuestros aspectos indómitos y destructivos. Sin embargo, matar al dragón no es el objetivo. El objetivo es integrar su poder y canalizar su energía ardiente en algo constructivo para una mejor vida. Eso podría implicar expresar emociones reprimidas de manera saludable, aprovechar la ira para lograr un cambio positivo o encontrar salidas creativas para los impulsos destructivos.

Las emociones no procesadas, los traumas no resueltos y el dolor crudo de la pérdida son las fuentes de nuestras luchas internas. Nuestro yo emocional o inconsciente puede abrumarnos, creando un estado constante de miseria que agota nuestra energía y nos deja sintiéndonos agotados.

El fuego es también fuente de luz y transformación. Creo que confrontar nuestro yo inconsciente y las emociones reprimidas, simbolizadas por el fuego, es vital para alcanzar la plenitud. Las experiencias de dolor y pérdida, aunque dolorosas, pueden obligarnos a reevaluar nuestras prioridades y encontrar un significado más profundo a la vida. Así como un fuego controlado es una fuente de calor, enfrentar nuestros demonios internos puede iluminar el camino hacia nuestras mejores vidas.

Una “buena vida”, entonces, no es ausencia de fuego. Es una elección consciente atravesarlo y enfrentar estos desafíos de frente. Para caminar con éxito a través del fuego, primero debes comprender el proceso de integración de tu yo consciente e inconsciente.

La individuación es un proceso de transformación mediante el cual el inconsciente personal y colectivo se hace consciente (por ejemplo, mediante sueños, imaginación activa o asociación libre) para ser asimilado en toda la personalidad. Es un proceso completamente natural necesario. La individualización tiene un efecto curativo holístico en la persona, tanto mental como físicamente.

El objetivo de la individuación es nada menos que despojar al yo de las falsas envolturas de la persona, por un lado, y asimilar el 'oro en la Sombra', por el otro. Pero primero debemos enfrentar nuestra sombra.
Creo que la sombra contiene nuestros deseos, miedos e instintos reprimidos. Ignorarlo permite que estos aspectos nos congestionen y nos controlen. Reconocer e integrar la sombra nos ayuda a obtener una imagen completa de nosotros mismos y la fuerza para enfrentar las llamas de la vida.

Desgraciadamente, no cabe duda de que el hombre es, en general, menos bueno de lo que se imagina o quiere ser. Todo el mundo lleva consigo una sombra, y cuanto menos encarnada está en la vida consciente del individuo, más negra y densa es. Si una inferioridad es consciente, siempre hay una posibilidad de corregirla. Además, está constantemente en contacto con otros intereses, por lo que está continuamente sujeto a modificaciones. Pero si se reprime y se aísla de la conciencia, nunca se corrige.

Al enfrentar el “fuego” interno y externo, integramos la sombra, nos reconciliamos con nuestros aspectos más oscuros y descubrimos un sentido completo de nosotros mismos. Pero la plenitud no se trata de alcanzar un estado de perfección. Es una aceptación total de nuestro ser: la luz, la sombra, los triunfos y las cicatrices. Si bien son dolorosos recordatorios de luchas pasadas, estas cicatrices también encierran una belleza inquietante. Son un testimonio de nuestra capacidad de crecimiento y transformación. Las heridas emocionales no se convierten en una carga, sino en una fuente de fortaleza, un recordatorio de los fuegos que atravesamos y de los que salimos más fuertes.

Según mi criterio, la “mala vida” es sucumbir a las llamas de la vida. Es la vida de la inconsciencia, donde nuestras ansiedades y sombras nos gobiernan. Lo que saca lo peor de nosotros nos controla. Nos convertimos en observadores pasivos de nuestras propias vidas, dejando que el fuego dicte nuestro camino. Una mala vida puede manifestarse como adicción, amargura o simplemente falta de propósito, todos síntomas de no afrontar los desafíos internos y externos de nuestra vida. El mal camino de la vida conduce a un alma fragmentada, a una vida no vivida en todo su potencial. 

El hombre tiene que darse cuenta de que posee una sombra que es el lado oscuro de su propia personalidad; se ve obligado a reconocer su “función inferior”, aunque sólo sea porque a menudo se siente abrumado por ella, con el resultado de que el mundo luminoso de su mente consciente y sus valores éticos sucumben a una invasión del lado oscuro. 

Todo el sufrimiento causado al hombre por su experiencia del mal inherente a su propia naturaleza (de hecho, todo el inconmensurable problema del “pecado original”) amenaza con aniquilar al individuo en un torbellino de ansiedad y sentimientos de culpa. 

Pero afrontar nuestras sombras se requiere de mucho trabajo.

Entiendo que el fuego puede ser abrumador. La ira, por ejemplo, puede canalizarse hacia una comunicación asertiva o una acción productiva. Actúa como mediación entre el ego racional y las ardientes emociones de la sombra. Es la forma en que entendemos nuestros miedos, frustraciones y conflictos no resueltos lo que nos hace sentir miserables. Integrar las lecciones aprendidas del incendio puede ayudarnos a emerger más resilientes y comprendernos mejor a nosotros mismos.

A través de la expresión creativa o expresiones saludables, podemos canalizar las emociones crudas del fuego en una forma de expresión que nos permita procesarlas e integrarlas. No sólo soportamos el sufrimiento; le encontramos significado, creando historias personales que nos ayudan a comprendernos a nosotros mismos en un nivel más profundo.

Si la vida tiene algún significado, entonces debe tenerlo el sufrimiento. El sufrimiento es una parte indestructible de la vida, al igual que el destino y la muerte. Sin sufrimiento y muerte la vida humana no puede ser completa. 

El secreto para una buena vida es desarrollar un ego fuerte (el centro consciente de nuestra alma), que es la forma en que elegimos el camino de “la buena vida”. Un ego sano significa enfrentar tu sombra, integrar su sabiduría y usarla para enfrentar los desafíos externos con resiliencia. La autoconciencia te ayuda a reconocer tus factores desencadenantes, comprender tus vulnerabilidades y elegir tus batallas sabiamente.

En todas las circunstancias es una ventaja estar en plena procesión de la propia personalidad; de lo contrario, las porciones reprimidas de la personalidad sólo surgirán como un obstáculo en otra parte, no en algún punto sin importancia, sino en el mismo lugar donde somos más sensibles.: este gusano siempre pudre el corazón. En lugar de declararse la guerra a sí mismo, seguramente es mejor para un hombre aprender a tolerarse a sí mismo y convertir sus dificultades internas en experiencias reales en lugar de gastarlas en fantasías inútiles. Entonces al menos vivirá y no desperdiciará su vida en luchas infructuosas. 

Creo que debemos aceptar plenamente los inevitables fuegos de la vida. Al enfrentar el fuego, aprendemos a coexistir con él. Puede que nunca seamos completamente inmunes a su calor, pero desarrollamos mecanismos de afrontamiento para superar nuestro sufrimiento. Es en el acto de atravesarlos con coraje y propósito que creamos un camino significativo hacia adelante. 

El fuego amenaza, pero también es una fuerza de transformación. A través del ardiente proceso podemos comprendernos a nosotros mismos e iluminar nuestro camino hacia la plenitud.

Que tengas un día maravilloso y gracias por leer.

Patricio Varsariah.
El arte de vivir implica saber cuándo aguantar y cuándo soltar.