Un abrazo vale más que mil palabras, pero siempre y cuando sepamos qué palabras queremos deletrear con el abrazo. Su verdadero significado patrimonial no reside solo en darlo y en recibirlo, sino sobre todo en elegir a quién se lo damos y de quién lo recibiremos.

Rodeamos con nuestros brazos a alguien y ese alguien hace lo mismo con nosotros en una especie de órbita que hace que dos cuerpos se acoplen por un instante como si fueran una unidad.

Como hay muchos tipos de abrazo y muchas personas a quienes podemos agasajar con él, el abrazo se convierte en maravilloso cuando el que lo da y el que lo recibe conocen el significado inestimable que guarda para cada uno de ellos.

Si el significado es muy valioso para ambos, si hay un punto de coincidencia, si hay reciprocidad semántica y se sabe con antelación, darse un abrazo como experiencia clausura de unas palabras ya innecesarias es una siderurgia afectiva en la que durante un breve instante dos cuerpos se ciñen y se hacen uno porque algo recíprocamente importante los une.

El abrazo es una poderosa forma de transmitir información afectiva, de solidificar ese cariño que requerimos las personas para sentirnos personas. Resulta llamativo cómo el abrazo se siente cómodo tanto en los estallidos de alegría como en los de tristeza.

Puede servir para expresar la dicha que supone que contigo me inauguro a cada instante, para ratificar que en tus ojos se suicidan los míos, para demostrar que tu existencia es importante para mí, para proclamar que no me desentiendo de ti, para celebrar que de repente la vida se muestra favorable a nuestros intereses, para ensalzar el encuentro, para mostrar aprecio, agradecimiento, estimación.

Pero el abrazo también sirve para cometidos escoltados por sentimientos que exudan tristeza. Sirve para cauterizar las heridas que delatan nuestra fragilidad, para acompañar en la pesadumbre y el desmoronamiento, para los momentos de aflicción en que anticipamos que cualquier palabra por muy acendrada que sea no merece rasgar el silencio que solicita la ocasión, para sellar una despedida, para enjugar las lágrimas.

El éxito en la vida, es que alguien te espere en algún sitio. Estoy persuadido de que ese alguien que nos está esperando, o al que estamos esperando, nos dará un abrazo. Ese es el éxito para que la vida humana pueda seguir existiendo. 

He dicho…

Patricio Varsariah