Abandonar el control y no interferir me proporcionan un gran alivio porque sé que todo es creado de acuerdo al perfecto orden divino. El cambio fue asombroso, dejé de hacer esfuerzo, me dejé llevar. Fluyo con la vida. Puedo abrazar la enfermedad, la pobreza, el desamor, las desgracias más crueles de este mundo porque sé que tienen un sentido maravilloso.
Cuando me alejé de mi ego sentí que mi vida cobró significado. Y al hacerlo, dejó de ser importante ir tras la felicidad, porque ella es pequeña ante el hecho de haberle encontrado un sentido a mi vida. El significado lo transfigura todo, es el sentido del alma. Advierto la belleza en todo lo que me rodea.
Cuando “estoy en mi alma” me amo, me trato bien y soy dulce conmigo mismo. Eso hace que trate mejor a todas las personas que me rodean, generando así círculos de amor, arrojando luz a cada paso.
Vivir la verdad Divina me apasiona.
Conecto con un espacio vasto y creativo que me llena de ilusión y energía. Sin embargo, por momentos hago un viaje hacia mi ego, porque en mi condición de ser humano no puedo evitarlo, pero abrazo las emociones tóxicas que mi mente proyecta porque amo la vida en todo su esplendor, amo su parte amarga, amo el personaje que me ha tocado vivir en esta vida. Soy la luz y la oscuridad.
Me gusta la vida sencilla y simple. Vivo mis días en dulzura conectado a mi Ser, al alma del mundo, al alma de cada persona y de cada ser vivo, me fusiono con la naturaleza. Experimento la dicha. Me siento inspirado y agradecido. Todo ello fue posible gracias a volver a mi Fuente, a escuchar a mi dulce y bendita alma.
Mi misión en la vida es lograr que más personas lleguen a sentirse como yo, en ese estado completo de asombro, en los cortos años que dura esta maravillosa existencia.